lunes, 7 de abril de 2008

EL VERDADERO PRECIO DE IR A LA PELUQUERÍA

Me cuenta Unuvio que el otro día se encontró con Galia, quien normalmente tiene un gesto muy feliz (propio de las personas felices) pero esta vez no ,asique Unuvio le preguntó y ella le contó esta increible historia:"Por circunstancias de la vida no pude elegir el día propicio, y me tocó ir un viernes de mañana a la peluquería, algo que en principio no parecía peligroso.,
Al entrar (y teneiendo en cuenta que son ellas las que manejan los metales, mientras que yo estoy desarmada) decidí sonreír, pues según dicen eso es contagioso (pero en este caso no surtió efecto) mi sonrisa chocó frontalmente con un:" ¿qué se va a hacer?" tímida dije "cortar,lavar y peinar"esto ya no tuvo respuesta, yo me quedé pensando si aquella frase podía interpretarse de forma ofensiva, pero lo cierto es que, aunque yo lo ignoraba debía ser algo terrible porque después de aquello empezó lo peor, primero me pusieron en unos lavabos en los que tuve que torcer hacia atrás el cuello como si fuera el de una grulla común, pero como mi cuello no coincidía con la medida establecida para aquel hueco de cuello, empezó a caer agua helada por mi espalda, por miedo a posteriores tirones mantuve el silencio, pero aún así la peluquera ,que adivinó en mí un gesto poco conforme, me castigó esta vez con un chorro de agua hirviendo (vamos que si hubiera sido un macarrón me habría dejado perfecta, poco después y ya conocedora de que estaba en sus manos comenzó con el champoo, y ahora eran el agua y el jabón lo que corrían libres y sin freno por mi espalda, mientras temía por quedarme sin ningún pelo al acabar, ,gracias a Dios, y como si de un ritual se tratara me enroscó la toalla y me ordenó un sitio para sentarme.
Obediente me senté, y entonces modificó su crueldad esta vez con un peine, cuyo espacio entre las puas era invisible a los ojos, y sólo al verlo tuve miedo ,pero como sólo los valientes saben hacer me enfrenté desde el dolor silencioso a aquella nueva forma de tortura.
Una vez terminado ese tormento apareció ya sin disimulos con unas tijeras, que bien hubieran servido para podar el seto de cualquier jardín que se precie, y yo volví a llorar interiormente puesto que esta vez temía por mi vida, más que nunca entonces empezó a cortar con saña, pero como no duele yo calladita, y eso debió molestarle sobremanera por que para crear un escenario más pavoroso hizo el corte en varios tiempos, que combinaba hablando por teléfono...yo calladita
Finalmente llegó la prueba de fuego (y nunca mejor dicho)el secador que puso a máxima potencia el cuello me ardía, la espalda ya tenía bronquitis y las orejas estaban a punto de echar humo, las lágrimas se me saltaban, pero no quise darle ese placer de verme llorar después de haber superado las pruebas anteriores.
Y por fin terminó de tirarme del pelo y prenderle fuego a mi cabeza, y con el gesto como de no haber ido al baño en meses, me escribió en una tarjetita una cifra que yo debía abonar (y lo hubiera hecho literalmente ,sino fuera por que eso de abonar sino es con dinero no es de buena educación) pagué si, por increíble que parezca ,pagué y me fui."
Unuvio tomó nota de dicha peluqueria para no meterse ni por error, pero Galia ya le advirtió que no es un hecho aislado, que hay personas que tras unas tijeras y un peine guardan deseos de venganza.

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