miércoles, 7 de mayo de 2008

El gesto japonés de los zapatos

Hassio ha sido de toda la vida un hombre discreto como pocos, empezando por su nombre que de pura timidez no quiso ni pronunciar la primera letra (por no molestar).
Tenía una reunión de trabajo y sus únicos zapatos decentes estaban en el zapatero, así que fue a por unos zapatos nuevos para el evento, pero como disponía de poco tiempo sólo pudo ir a una zapatería cercana
Allí llegó con mucha prisa, y el vendedor aprovechando la debilidad y necesidad de su cliente le endosó lo que le vino en gana.
Hassio para no estropear los zapatos los guardó bajo su mesa hasta el momento mismo de la reunión, y entonces....se los puso por primera vez.
Al principio el dolor era razonablemente soportable (o lo que es lo mismo en una escala del 1 al 10 sería 9) pero pasada media hora Hassio ya no era dueño de sus gestos, que cada vez se aproximaban más a las personas del lejano oriente. hasta tal punto que en un momento dado se acercó a él la nueva secretaria del jefe y pensando que se trataba de un oriental empezó a practicar el chino (que tantos años de facultad le había costado) pero como Hassio no era chino se limitó a seguir con gesto oriental sin mediar palabra, y fue entonces cuando la señorita aprovechó para practicar su japonés (que tantas horas de clases particulares había pagado), pero Hassio presa ya de un dolor 10 de 10 siguió sin poder articular palabra, ahora la secretaria y ya como si de una cuestión absolutamente personal se tratara le saludó en tagalo pero nada de nada, y entonces con gesto de profunda indignación dio la vuelta y le abandonó.
Hassio no comprendía por que si su gesto era el de una persona moribunda nadie había llamado al samur, y lo que le parecía más increíble es que no solo no le auxiliaran sino que encima le hablaran en chino, cosa que como ya advirtió en su currículum desconocía profundamente( pues la única relación que mantenía con ese lado del planeta era a través de los documentales de tv y de los restaurantes de la zona)
De pronto tuvo una idea grandiosa sentarse liberar disimuladamente sus ya profundamente heridos pies y así poder empezar a hablar con alguien.Dispuesto a cambiar el curso de las cosas se sentó pero pronto aparecieron como de la nada tres mujeres mayores y tuvo que volver a su martirio
Tras 2 horas (que a él le parecieron 20) abandonó e4l lugar con gesto triste pues ya para entonces y fruto de su silencio no sólo no había conseguido hablar con nadie sino que se había ganado media docena de enemigos
Por eso el siempre insuficientemente ponderado Dr Siloestán nos recomienda no estrenar zapatos en grandes ocasiones, y de vernos forzados a hacerlo aprender las lenguas orientales para poder así salvar la situación,lástima que Hassio no lo supiera .

1 comentario:

Crispal dijo...

Sabios consejos, como no cabía esperar menos, los del Dr. Siloestán.